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Revisionamos la película: El Ilusionista

En la Viena de principios de siglo XX un prestidigitador llamado Eisenheim (Edward Norton, The Italian Job, American History X) atrae de manera casi hipnótica a su público, esa es la premisa de la película de 2006, El Ilusionista. Recuerda que puedes ver más artículos de películas y series en La Nación Digital.

El Ilusionista y el mundo de la Magia

Cuando Eisenheim comienza actuar con su asombroso espectáculo de ilusionista en Viena, pronto corre la voz sobre sus poderes sobrenaturales… llegando a los oídos de uno de los hombres más poderosos y pragmáticos de Europa, el príncipe heredero Leopold (Rufus Sewell, Dark City).

Convencido de que el mago no es más que un experto impostor, Leopold obligará al inspector de policía Uhl (Paul Giamatti, Cinderella Man, Entre copas) a vigilar y, en caso necesario, detener a Eisenheim. Uhl es un hombre racional, para el que la magia no existe, sino que se puede explicar todo de manera científica, pero siente cierta simpatía por Eiseheim.

Para intentar desacreditar a al mago, Leopold asiste a uno de los espectáculos de Eisenheim. Pero cuando la bella prometida del príncipe, Sophie von Teschen (Jessica Biel, Blade: Trinity, Elizabethtown) Eisenheim la reconoce como su amor de la niñez, no tardando ella en reconocerle a él, y el amor vuelve a renacer en ellos.

Su amor tendrá que luchar contra los prejuicios de la época (un mago de familia pobre con una dama de la alta burguesía), contra el amor interesado del príncipe Leopold y por sus vidas.

La historia que se presenta en El Ilusionista utiliza la magia para encauzarnos en una historia de amor imposible en la época, debido a la diferencia de clase de los dos protagonistas. El comienzo de la película recuerda en cierto modo (y salvando las distancias) al principio de MI3: se recurre a una escena del final para empezar a contar la historia.

Una vez nos muestran la situación en que se encuentra Eiseheim, la historia empieza a desarrollarse, explicando por qué Eiseheim se vuelve mago y su relación de niñez con Sophie.

Edward Norton

Tras explicarnos los antecedentes, se vuelve a la época donde realmente se narra la historia, y donde ya se empiezan a ver la calidad de los efectos especiales de la película. Y es que los trucos de magia, sencillos pero efectistas, nos producen la misma reacción que al inspector Uhl: ¿cómo ha hecho eso?.

Y es que no solamente hay efectos especiales generados por ordenador, sino que el propio Edward Norton aprendió trucos de magia para dar más verosimilitud a su actuación.

Ngila Dickson

Otro punto a favor de El Ilusionista es la increíble ambientación de la época, desde los escenarios (el rodaje se llevó a cabo en Praga) hasta el cuidado vestuario, diseñado por Ngila Dickson (ganadora de un Oscar por El Señor de los Anillos, El Retorno del Rey).

En cuanto a las actuaciones, destaca (como no) Edward Norton. Acostumbrados (en demasiadas ocasiones) a verle hacer de “malo”, esta vez hace de enamorado, de un hombre que hace lo que sea para poder estar con la mujer a la que ama, valiéndose de sus “armas”: su inteligencia y perseverancia. Y es que simplemente la presencia de Edward Norton en el escenario, sentado en una silla, mirando al público congregado, con cara desesperanzada, consigue que sientas cariño por Eiseheim.

Paul Giamatti

Paul Giamatti realiza también una impecable actuación, teniendo en cuenta que es el personaje que nos encauza la historia y el que nos la explica. El inspector Uhl trata de realizar su trabajo sin tener que involucrarse, pero los avatares de la historia hacen que pase todo lo contrario. El respeto que se muestran Eisenheim y Uhl queda argumentalmente muy bien reflejado en toda la película. Son amigos, pero también adversarios, un “tira y afloja” en sus intereses que se desarrolla correctamente en toda la película.

Jessica Biel y Rufus Sewell

Quizá los personajes, y por lo tanto las actuaciones que más flojean sean la de Jessica Biel y Rufus Sewell. El personaje de Sophie no transmite la sensación de enamoramiento que sí que se percibe en el personaje de Eisenheim, demasiado artificiosa en algunos momentos; mientras que el personaje de Rufus sea demasiado pretencioso y sobreactuado en algunos momentos.

Una historia de amor con toques mágicos, en la que te introduces poco a poco y en la que enseguida te identificas con Eisenheim y Uhl. Un guión que, pese a tener un final previsible en cuanto a la relación entre el prestidigitador y Sophie (llega un momento en que se puede deducir qué es lo que va a ocurrir y cómo ocurre) sorprende por la escena del teatro y de la última actuación de Eisheim, y cómo Uhl enlaza todas las piezas del puzzle para aclarar toda la historia.

Juan Sánchez Munera

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